Trinchera Errante
(Rastros, sombras y astillas de J. C. B.)
El cuerpo humano no podía
constituir
una excepción al
mandamiento que
ordena despedazar
lo orgánico a fin de
leer así en sus
fragmentos el significado
verdadero, fijado, escritural.
Walter Benjamin, El origen del Trauerspiel alemán.
Cuando
Benjamin escribe El origen del
Trauerspiel alemán propone, entre otras ideas, el pensar la imagen, y lo hace contraponiendo la alegoría al símbolo.
La alegoría es una manifestación típicamente barroca mediante la cual se
pretende dar imagen a lo que no lo tiene haciéndolo visible. La fragmentación y
la acumulación son los recursos de la alegoría que culminan en la
contemplación. Una contemplación dramática no de la unidad sino de su ausencia
y sobre la que afirmaba Benjamin: “las alegorías son en el reino del pensamiento
lo que las ruinas en el reino de las cosas”.
Cruzar el vertedero era toda una aventura.
Una acumulación peligrosa de restos y vegetación. Los cascotes y las piedras
delimitando un territorio de desperdicios diseminados. Unas ramas secas
anudadas con cuerdas deshilachadas, unas mantas rotas y desvaídas, las vigas
desperdigadas por un suelo inexistente. El recuerdo de un lugar que de lejos se
veía como una ruina borrosa.
Esta
fragmentación alegórica no sólo es material sino que alcanza al cuerpo, que ya
no representa la totalidad. Ya no es un cuerpo dispuesto a alcanzar la plenitud
sino un cuerpo mutilado y roto, herido y despedazado. La trascendencia se
disuelve, la historia se vuelve fallida y la naturaleza artificio. El corpus barroco se convierte entonces en un
emblema de la catástrofe y la barbarie.
El cuerpo como campo de batalla. La
herida como recuerdo del cuerpo.
Este
escenario alegórico se puede atisbar en la obra de Juan Carlos Batista. Su proyecto
se basa en la articulación de la imagen exacerbada. Su trabajo es un corpus
(escultórico, fotográfico, objetual) en donde esa imagen es intervenida,
transformada, manipulada, mentida y desmentida. Con una actitud claramente neobarroca,
en algunas de sus series, amenaza desmembrando y amputando a los sujetos en una
estética escenificación de la violencia. Lo mismo hace con los elementos
naturales desbastándolos para insinuar la devastación y el expolio. La
porcelana agujereada y hecha añicos es la representación de una realidad ya
clausurada. Imágenes de un territorio sin memoria o la memoria inventada de un
territorio. Nada parece lo que es porque todo es apariencia. Ya lo comentaba en
otra ocasión acerca de J.C.B.: equívocos, mecanismos de la representación
llevados al límite, paroxismo, improbables imágenes de lo real, deconstrucción
de las fronteras entre lo verdadero y lo falso, el artificio contrapuesto a la
cultura. Imágenes como fantasmas o apariciones, de origen desconocido,
incorpóreas, en busca de un lugar y atravesadas por el enigma de su propio
cuerpo.
La mancha aparece como sombra revelada.
¿Dónde se encuentra este territorio ignoto de geologías inventadas, este jardín
de estratos y raíces, esta topografía resbaladiza, este celaje impreciso, este
espejismo que huye?
Perdida
la condición documental una imagen ya es de por sí sospechosa en su asumida
condición de simulacro y permite la total visibilidad. Ya todo es visible. Y
aunque eso casi signifique que una imagen es imagen de nada y no imagen de
algo, J.C.B. se preocupa porque no pierda su capacidad de decir, aún en su
condición más mentirosa. Porque si en la alegoría se encierra el relato del
sufrimiento del hombre (la historia), no se deja llevar por la melancolía y la
subjetividad y tampoco pierde de vista la naturaleza transitoria y la acción política.
Ese desvelamiento alegórico de las condiciones políticas y materiales de la
imagen en este régimen de consumismo capitalista se hace indispensable. J.C.B.
confronta críticamente su relación con
el archivo icónico global frente al consumidor abstraído, convirtiendo esta
actitud en la práctica consecuente de su oficio frente a la opción de un compromiso
superficial con algunos contenidos ideológicos. Porque mientras la lógica
capitalista sigue su rumbo el arte no permanece ajeno. El desastre y la
catástrofe reflejada por la alegoría barroca se manifiesta en la degradación de
un sistema que ha abdicado de sus responsabilidades, gobiernos colapsados
reconvertidos en sucursales de las grandes corporaciones, ciudadanía tolerante
con un modelo político y económico que a cambio de la promesa del bienestar ha
vendido la posibilidad de ser libre, el capital sublimado en espectáculo. Cabe
aquí recordar, si acaso, que el capitalismo funciona gracias a los mecanismos
de la barbarie: la guerra, la esclavitud, la desigualdad, la injusticia… Y
J.C.B., en estos tiempos de demora, descabalga las peanas transformándolas
en naturaleza camuflada y sombra
perpetua.
Los lugares ya existían antes de
ser nombrados. La palabra usurpó a la naturaleza.
El arte no puede dar respuestas
pero si puede formalizar el problema, estar presente, permanecer, resistir.
Cultura y arte son espacios de conflicto y negociación. Como la evidencia de un
drama y parafraseando otra vez a Benjamin: todo documento de cultura lo es, al
mismo tiempo de barbarie. De la misma manera y por el mismo motivo Adorno
enuncia su famoso aserto sobre la imposibilidad de la poesía (la cultura)
después de Auschwitz (la barbarie). Y sin tomar esta declaración literalmente,
está clara esa imposibilidad y esa fractura entre la estetización y la
responsabilidad. El arte no siempre es edificante y siempre es problemático. Es
imposible representar lo irrepresentable. Más que poesía, la necesidad es de
sentido.
En la astilla estaba el árbol. Y en
la ceniza del incendio.
¿Y la
poesía? El corpus de imágenes con las que trabaja J.C.B. altera la noción de
original y de memoria. No sabemos como se construyen esas imágenes y como
constituyen un imaginario. Siempre cuestionando su naturaleza, su verdad. No
sabemos de donde vienen, cual es su origen, sólo sabemos que son fragmentos,
trozos, partes de un todo imposible de reunir. Fragmentos que no son, y que
quieren ser. Ahí radica cierta dimensión poética. En no ser solo idea sino
sentido y representación. Cuando se abre un resquicio, hay un temblor o existe
una posibilidad. Cuando lo visible es elocuente. Una posibilidad expresiva. Una
intención y la manera de hacerlo ver. Cómo decir lo indecible con palabras.
Cómo ver lo invisible con imágenes.
¿Qué es un rastro sino una huella borrosa?
Una señal difusa. Una inscripción y un signo.
J.C.B.
utiliza las armas y la estrategia del enemigo para hacernos partícipes de la
pérdida de la identidad compartida debido al poder de la tecnología que se apropia de la memoria del
presente y que nos priva de un sentido histórico más amplio. Estas obras son
dispositivos poderosos y rotundos que desenmascaran su propio artificio para
acercarse a un cierto sentido y poder ver.
Aquí los objetos tensan su visibilidad para poder ser vistos. Una falsa naturalidad para mostrar una naturaleza que es el
duplicado de nuestra identidad. No hay ya diferencia entre naturaleza y
artificio porque la naturaleza ha dejado de ser sagrada y la memoria se diluye.
Después de la refriega y la avanzadilla un
repliegue en la montaña. La huida convertida en pastoral. Resistencia y
combate. Una pausa en el camino: el almuerzo campestre. La Arcadia reubicada. Por una grieta del
paisaje se cuela una conquista, una evocación cansada de la memoria
contaminada. Una deriva. Una posibilidad en medio de la manipulación.
Barricadas y trincheras en medio del bosque, un intento momentáneo por alejarse
del desenlace. La quiebra de la confianza en la promesa de felicidad. Y en el
bucólico prado el cordero del banquete sacrificial. Lejos un eco: Se hicieron
fuertes en el bosque. Por lo menos sucede en los oscuros bosques de Juan Carlos
Batista.
Para Clara Muñoz
Quién debió hace este texto.
Para Juan Carlos Batista
Gracias por tu confianza, generosidad y paciencia.
Ángel Padrón
Este texto, junto con otros de Óscar Alonso Molina, Isidro Hernández y Julio Blancas, fue incluido en el catálogo de la exposición "Realidad casi humo" de Juan Carlos Batista que tuvo lugar en el TEA Tenerife Espacio de las Artes, de Santa Cruz de Tenerife entre el 17 de marzo y y el 22 de mayo de 2016. Dicho catálogo fue editado por TEA Tenerife Espacio de las Artes.
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