lunes, 2 de julio de 2012





JUAN CARLOS BATISTA
“P A I S A J E S   M O R A L E S” *



                                             

                                                                                                                     "Acuérdate que mi vida es viento.
                                                                                                                                                  Que mis ojos ya no verán los bienes
                                                                                                                                                    de la tierra”.
                                                                                                                                                                                Job, cap. VII-7

Las apariencias engañan y no todo es lo que parece, son frases coloquiales que utilizamos habitualmente y que podrían perfectamente acotar el complejo territorio donde se mueve Juan Carlos Batista. Con el detalle y  la laboriosidad del hacedor de pipas magrittianas reconstruye nuevamente aquellos espacios equívocos donde los mecanismos de la representación se llevan al límite. Y el resultado son estas potentes imágenes que descansan bajo este texto.



 

En estas “Arcadias para perdedores” se han tensado conceptualmente las cuerdas que anudaban sus anteriores trabajos, casi hasta el paroxismo, para lograr unas improbables imágenes de lo real. Inverosímiles representaciones de lo verosímil mediante una sutil deconstrucción en las que las fronteras entre lo verdadero y lo falso han terminado completamente desdibujadas. Espacios convertidos en “Paisajes para la consolación”, pero definitivamente sin consuelo.





Efectivamente nada es lo que parece. La naturaleza se ha convertido en un escenario inquietante y las referencias bucólicas y pastoriles se confunden en este escenario idílico con el fuego cruzado de la memoria: paisajes morales de un drama solapado. La armoniosa grandeza de las imágenes de los paisajistas norteamericanos compone el telón de fondo para una tragedia que no sólo es la de la cultura y la de la naturaleza. Lugares vulnerables y vulnerados convertidos ahora en espacios habitables por la memoria. Donde antes había verdad ahora solo hay ficción. Donde antes había ironía ahora solo es sonrisa torcida.





Batista deja al descubierto la insoslayable manipulación que se produce en toda imagen, certifica al mismo tiempo la responsabilidad de la fotografía en la construcción del discurso estético, histórico y social; y se abisma en la crisis del género fotográfico como documento. El descrédito de la realidad no es sino el de sus imágenes poderosas a través de la retórica técnica. Ya no se convoca lo real sino sus reflejos y por eso puede permitirse mezclar al miliciano de Cerro Muriano de Robert Capa con la sublimidad de Thomas Cole; el escenario perfecto para la muerte sin contrastes que decía Barthes. Y por eso bien sabe que sólo a través de la especulación puede atravesar la realidad en el camino que lleva de la descripción ilustrativa al relato.





Detrás de las trincheras y las barricadas está el eco de la naturaleza y la invención del paisaje, artificio y cultura. El fotógrafo es el director de esta ceremonia de la confusión, el mago dueño del truco. Sólo él conoce la manera de convertir en natural la falsa representación: haciéndola evidente. Y esta vez, retorciendo aún más esa falsa sensación de naturalidad. El discurso elegiaco subraya la fractura moral. Los acontecimientos que se relatan en el escenario no son inocentes. Todas (no sólo éstas sino cualquiera, todas) las imágenes son políticas. Las representaciones artísticas no son las únicas susceptibles de ser manipuladas. La Verdad no existe ya, tampoco la Historia. No existe manera más eficaz de apelar a esa verdad que siendo panfletario. No es el caso de Juan Carlos Batista.





Por una grieta del paisaje se cuela una conquista, una evocación cansada de la memoria contaminada. Una deriva. Una posibilidad en medio de la manipulación. Barricadas y trincheras en medio del bosque, un intento momentáneo por alejarse del desenlace. La quiebra de la confianza en la promesa de felicidad. Y en el bucólico prado el cordero del banquete sacrificial. Lejos un eco: Se hicieron fuertes en el bosque. Por lo menos sucede en los oscuros bosques de Juan Carlos Batista.
                                                      
 Ángel Padrón, Santa Cruz de Tenerife, 02-06-2010




                                                                                                         
 * Este texto fue publicado en el nº 01 de la revista Untitled (visiones de la ultraperiferia)  en septiembre de 2010 y extractado en la revista holandesa Eyemazing issue 03-2011